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Constitución

Por: Padre Raúl Hasbún | Publicado: Viernes 30 de octubre de 2015 a las 04:00 hrs.
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El papel aguanta todo. No puede impedir que escriban en él, ni disentir de lo que se le obligue a registrar. El papel del papel es simplemente dejar constancia de lo que sus escribientes pensaron (si es que), y decidieron (o se les ordenó) escribir. Lo escrito en un papel refleja y dimensiona el talento laboral y el talante moral de sus redactores.

En el más fino papel biblia puede escribirse un engendro ilegible o ininteligible, injurioso o coprolálico: lo escrito, escrito está. Y una servilleta de restorán o un trozo de papel higiénico son capaces de inmortalizar un poema o transmitir un "¡auxilio!" que salvará una vida. El papel no es sino un mensajero, o la constancia de un mensaje. Si el receptor del mensaje es ciego, o analfabeto, no lo podrá leer. Y si lo propuesto o dispuesto en el papel no convence al lector, porque desconfía de su legitimidad o no percibe su racionalidad, botará el papel; o acatará a regañadientes su contenido, por servil temor al castigo; o resistirá en rebeldía, hasta desmentir lo allí escrito o derogar lo allí mandado.

Nuestra cultura criolla vive presa de su idolatría del papel. Para diligencias de mínima significación se requiere constancia notarial. Un papel debe certificar que un ciudadano ha sido y permanece virtuoso, está muerto o vivo. No se perfecciona una compraventa de bien raíz mientras la escritura en que consta el título no se encuentre inscrita en el Registro del Conservador. Sin cédula de identidad se es sospechoso, sin número de rut aborta todo trámite o transacción. Un paro ilegal del monopólico Servicio de Registro Civil puede prolongarse indefinidamente porque su poder de negociación estriba en la indefensión de ciudadanos cautivos del papel.

Esa misma ciudadanía está siendo convocada a dejarse cautivar por un nuevo, supremo papel que usurpando al Dios todopoderoso garantizará el disfrute de todo derecho y sanará providencialmente toda carencia o herida. La autoridad convocante no hace cumplir la Constitución que prohíbe la huelga del monopolio encargado de proveer papeles indispensables. Y declara ilegítima la Constitución que en su disposición transitoria 29ª hizo posible el pacífico retorno a la normalidad democrática. Sus redactores la habían ya inscrito en su conciencia moral. Por eso la respetaron. Un escrito legal honra y sirve a la humanidad cuando se ha promulgado y aposentado en el santuario de la conciencia moral.

Jesucristo no dejó escrito papel alguno. Simplemente mandó: "ámense, tal como Yo los amé". Esta, su ley constitucional, fue solemnemente promulgada en el patíbulo de la Cruz. Por vivir y morir amando hasta el extremo entró en la conciencia de un centurión romano y de un ladrón crucificado a su derecha. Millones lo adoran y siguen, porque su único papel fue la factura de nuestro rescate, firmada con su sangre.

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